viernes, 7 de mayo de 2010

Elke Boon. Joven, desconocida y genial.







En los rincones del arte abunda la buena hierba, algo que por supuesto sabemos en el jardín.

Hace algo mas de un mes descubrí a traves del excelente blog de Nicola Marianni a la joven artista Elke Boon (Gante, Bélgica. 1979), y el primer vistazo fue tan emocionante que decidí dejar de mirar para plantarme en Madrid y ver sus obras in situ (su exposición aun está en la galeria Camara Oscura) con tan mala suerte que me encontré la exposición cerrada y quedándome compuesto y sin novia. No obstante al siguiente dia registré de arriba abajo la red de redes y me empapé de casi toda su obra (bendito internet) que no hizo mas que corroborar con creces que aquella primera impresión había sido muy acertada.

Se trata de una artista genial pese a tener solo treinta años, de coherencia temática y estilística que apenas se vislumbra hoy en los circulos del arte posmoderno, aunque trabaja con medios distintos, tres basicamente.

Sus dibujos son de una sencillez pasmosa que no hace sino aumentar la fuerte emoción que transmiten. En ellos se respira una especie de trauma a pesar de que en la mayoria nada sucede y solo nos muestran figuras quietas, a veces dormidas.

Sus fotografías son algo excepcional, ante ellas no se puede manifestar si las personas que aparecen estan posando o no, si son verdaderos retratos o ficciones construidas (acaso no sean lo mismo). Sus niños y jovenes transmiten un hermetismo de pensamiento que nos excluye a la vez que nos lleva a interrogarnos sobre ellos, aunque a veces, de forma contraria, las poses de esos mismos niños quieren decirnos algo, sugieren sin mostrar, y cuando consiguen transmitir una emoción esta resulta siempre contradictoria. Son poses agresivas, sutilmente violentas y a veces de una sexualidad latente. Son estas quizás sus mejores obras, las que unen la incipiente sexualidad infantil a la violencia física, pero como digo todo esta narrado con una sutilidad desconcertante y misteriosa. Algo que roza lo sublime.

Pero son sus videos la gran sorpresa, tambien muy sencillos y compuestos por un plano fijo que aguarda a que un suceso inunde la pantalla, estos cuando llegan lo hacen en una fascinante y dificil mezcla de cotidianidad y experiencias límites, siempre con el cuerpo como portador, mediante el juego, el grito, o acciones personales que ensimisman al sujeto con su cuerpo hasta llevarlo al paroxismo.

Lo dicho, lejos de los grandes museos y salas hay gente excepcional realizando una obra de coherencia y valor mayor que la que encontramos en esos lugares, lo mismo ocurre en la red, quizás también en la casa de nuestro vecino.

A mi, desde luego, no me importaria demasiado tener como vecina a la señorita Elke.


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